lunes, 2 de noviembre de 2020

¿Qué nos trae el martes? ¿Qué está en juego para el sector energía?

 


Pero vamos por parte. Recordemos las promesas de campaña del presidente Trump de salvar la industria del carbón, aunque cuatro años más tarde y muy a pesar de sus esfuerzos, los resultados han sido más de 50 compañías de producción de carbón que terminaron cerrando sus puertas, así como el retiro de más de 100 gigawatts (GW) de producción eléctrica, vía carbón,que también corrieron la misma suerte, en gran medidacomoconsecuencias del resurgimiento de las energías renovables y el abaratamiento del gas natural.

Ahora bien, en el caso de los pronunciamientos del exvicepresidente Biden, donde señalaba que iniciaría la transición del petróleo y el gas natural a energías renovables es importante entender que cuando él se refiere a la generación de electricidad a “0” emisiones de C02 para el 2035, lo expone sabiendo que la electricidad proveniente de petróleo en los Estados Unidos significa menos del 1% y el gas natural representa el 38.4%, evidenciándose la baja incidencia en la producción de energía eléctrica  que se genera a partir  de derivados del petróleo.

La realidad es que como mencionaba en mi pasada entrega, el principal factor del auge de las energías renovables o hidrocarburos está determinada por razones de geopolítica, como al igual a qué tan atractivas son para el consumidor.

Las tradicionales fuentes de energía, como el carbón y el petróleo, han ido perdiendo parte del mercado por sí solas, no obstante a las políticas regulatorias impuestas en el pasado. En el caso particular del carbón, sus precios se han ido deprimiendo de manera progresiva y a la vez el consumo, al igual que la exportación que ha experimentado bajas en los últimos dos años.

Con respecto al petróleo, al margen de las políticas, hay que recordar que el oro negro y los hidrocarburos tienen un comportamiento cíclico en sus precios, al igual que influye el fortalecimiento y/o debilitamiento del dólar, lo que implica que va más allá de cualquier decisión empujada por los republicanos o demócratas, Trump o Biden.

Debemos subrayar, además, que en un futuro inmediato el que sea escogido como primer mandatario de la primera potencia mundial, los azules o los rojos, Trump o Biden, si bien los planteamientos de ambos en el área energética van en sentidos opuestos el uno del otro, estamos llamados a tener claro que no todo depende de ellos, sino que además involucra el congreso y la actitud de los gobernadores de los estados afectados. Bueno es recordar que el “boom” del “fracking” y la expansión de la producción petrolera, aunque se tomaron las iniciativas en el 2005, dieron verdaderos frutos bajo la administración de Barack Obama.

El querer insinuar que bajo una nueva administración de cualesquiera de los dos se podría inclinar la balanza de los precios de los hidrocarburos y afectar la factura petrolera de nuestro país, estaría pecando de ingenuo o recurriendo a un método de populismo típico de épocas superadas de frente a unas elecciones presidenciales en los Estados Unidos. Y es que los cambios toman tiempo, que son procesos que requieren mucha madurez, décadas de discusiones y debates, teniendo presente que la Edad de Piedra no desapareció porque se acabaron las piedras. Cierto es que a casi nadie le gustan los cambios, pero aún así el cambio es la única constante en la vida. El martes 3 de noviembre está ahí, ya veremos

Acento.com.do