Al finalizar el cuatrimestre pasado, Diómedes Cruz confirmó lo que ya se esperaba: una de sus materias había sido calificada con una B. Tras 19 horas sin energía eléctrica en el sector de Villa Faro, al joven estudiante de lenguas y literatura de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) se le hizo imposible entregar su trabajo final.
“No tuve tiempo de enviar el trabajo porque como se fue tan temprano (la energía eléctrica), la computadora se descargó, el teléfono, y todos los sectores aledaños a mi casa (estaban igual), y más con la pandemia que no se puede ir para todos lados… yo no tenía manera. Mi calificación bajó sin necesidad, simplemente porque la energía eléctrica no me permitió enviar un trabajo que yo tenía casi hecho”, lamenta.
En un contexto en el que los sistemas educativos han pasado a depender del uso de las herramientas digitales para continuar la educación a niños y jóvenes tras el cierre de los centros académicos por la pandemia del covid-19, la brecha digital, acompañada de la inestabilidad de los servicios de energía eléctrica, constituyen los principales obstáculos de estudiantes y profesores en el desarrollo de la educación a distancia.
“Para mí el mayor desafío es el de la conectividad con los estudiantes. La brecha digital es muy abrumadora y los más afectados son los alumnos. Quieren, están entusiasmados, pero la brecha digital unida a la inestabilidad de la electricidad son los grandes retos que hay que solucionar de manera urgente”, explica Nelia Ramírez, profesora de historia en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
La misma inquietud sostiene Luis Felipe de Jesús, profesor de educación lingüística en la Universidad Católica de Santo Domingo (UCSD), quien detalla que sus alumnos han presentado todo tipo de problemas para mantenerse conectados a sus clases, limitaciones que los desorientan y desmotivan. Sin embargo, dice hacer lo mejor posible para poder cumplir con los objetivos de la clase.
“He intentado ser un agente de motivación para que no se rindan ante las adversidades en este momento. Ser tolerante, comprensivo, establecer reglas claras”.
En República Dominicana, 98 de cada 100 hogares utiliza energía eléctrica proveniente de la red pública, aunque solo el 50.8% cuenta con el servicio durante 20 o 24 horas. 22% de las familias recibe de 10 a 14 horas por día y un 10.8% sólo las recibe de 1 a 9 horas por día, según la Encuesta Enhogar, realizada en 2018.
Muchos dominicanos con instrucción secundaria y universitaria cuentan con acceso a dispositivos digitales, como computadoras y celulares. Sin embargo, la tenencia de estos aparatos sigue siendo un privilegio.
Los resultados del estudio, realizado por la Oficina Nacional de Estadística, muestran que solo un 33.9% de personas con instrucción universitaria posee una computadora, instrumento indispensable para acceder a las aulas virtuales. Este dato se reduce 23.4 puntos porcentuales cuando se trata de personas que han alcanzado el nivel secundario.
En cuanto al internet, los datos arrojan que su uso decrece cuanto más aumenta la edad. Sin embargo, 21,445 jóvenes entre 15 y 24 años –edad en la que ya pueden cursar o se encuentran cursando una carrera universitaria– el 91.5% de ellos utilizó internet, aunque solo el 58.3% accedió a una computadora en los tres meses precedentes a la encuesta.
Plataformas
digitales
Pese a estas limitaciones en plena crisis sanitaria, las universidades tuvieron que encarar la parte que les tocó para salvaguardar la continuidad de los programas de estudio: asegurar el acceso a las plataformas digitales.
Para la UASD, este proceso implicó la mejora del campus virtual, un sitio web desde donde se permitía a los estudiantes seleccionar materias en modalidad semipresencial y digital antes de la pandemia, para que ahora contara con la capacidad de admitir hasta 360,000 estudiantes en línea durante el semestre 2020-2. Esto supuso la creación de unas 13,400 aulas virtuales de grado y de posgrado, para una inversión de RD$1,100 millones en software y capacidad de almacenamiento, según destacó la institución en un comunicado de prensa.
Víctor Pérez, estudiante de ingeniería eléctrica de la Autónoma, describe que accede con su matrícula y contraseña al campus virtual y selecciona la materia que cursará en ese momento. En cada unidad, encuentra los materiales, prácticas y exámenes que el profesor ha publicado, así como el enlace para las videoconferencias que se agendan con el maestro.
Esta es la dinámica de las plataformas digitales: permitir el acceso ordenado de los contenidos y la toma de evaluaciones, variando únicamente el software utilizado por cada universidad. La PUCMM se apoya en Moodle, mientras que la UCSD implementa Google Classroom. Para las videoconferencias, el acceso a aplicaciones gratuitas les ha permitido tanto a los centros académicos como a los profesores, probar hasta encontrar la más idónea para sus clases: Google Meet, Microsoft Teams, Jitsi, Zoom, Skype, entre otras.
¿Se encontraban las universidades preparadas para afrontar esta nueva normalidad? Helen Hasbún, directora de Educación Virtual y a Distancia del Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Mescyt), explica que algunas universidades con aulas virtuales han tenido una capacidad de respuesta mayor.
Aunque los estudiantes reconocen el esfuerzo de sus universidades para poder mantener el programa académico en medio de la crisis, estiman que la educación a distancia requiere que sus profesores adapten su metodología de clases a la nueva realidad.
“Como estamos en un escenario diferente, no se pueden dar las clases ni con la misma duración ni con la misma modalidad en la que estábamos de manera presencial”, afirma Yasmel Corporán, estudiante de comunicación en la UCSD, para quien las videollamadas deberían durar un máximo de 40 minutos.
“Creo que ser monótonos a la hora de hacer videoconferencias es tedioso (…) durar una hora en una reunión virtual, que quizás estamos en mala posición o no estamos en nuestras mejores condiciones, hace que uno se canse y se desanime, entonces no se aprende”, coincide Diómedes Cruz.
Nuevo modelo
Helen Hasbún reconoce que, ante la disrupción de un nuevo modelo educativo, las universidades han extrapolado los modelos presenciales de clases al entorno digital y se han preocupado por la capacitación de su personal docente para el uso de las plataformas, mas no para la creación de contenidos adaptados al entorno digital, conocimientos sin los cuales se puede hablar de una educación virtual efectiva.
La funcionaria, con un doctorado en comunicación y educación virtual, explica que la capacitación docente enfocada en la educomunicación es la principal prioridad del plan de trabajo que desarrollará el departamento que dirige en este cuatrienio, proyecto que espera la aprobación inicial de unos RD$40 millones del presupuesto del Mescyt a partir del próximo año.
“Son los maestros
quienes necesitan adaptarse a la nueva realidad que encaran las tecnologías de
la información y la comunicación de la mano con los entornos virtuales, porque
los jóvenes nativos digitales demandan cambios importantes en los métodos y
técnicas de enseñanza”, en especial porque las autoridades prevén mantener esta
modalidad de clases mientras persista el riesgo a la salud que implica la
pandemia, apunta la especialista. “Sin formación de los docentes para los
entornos digitales, no hay educación virtual”, entiende.
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