jueves, 15 de diciembre de 2016

¿Por qué extraer crudo en el Amazonas es un desafío?

Situada en medio de la selva amazónica, en un lugar de difícil acceso en el norte de Brasil, a unos 650 kilómetros de Manaos, la explotación petrolífera de Urucú lidia desde hace 30 años con el desafío de conciliar la extracción de petróleo y gas con el respeto a la biodiversidad local.

Con una producción de 40.449 barriles de crudo y de 14,081 millones de metros cúbicos de gas natural al día, según los datos anuales acumulados hasta el pasado octubre, este yacimiento explotado por la petrolera estatal Petrobras es el más grande en tierra firme en Brasil.

Uno de los mayores retos del proyecto, que ahora ocupa un área de 332 kilómetros cuadrados, lo que equivale a más de 30.000 campos de fútbol, es el traslado del crudo a los puntos de distribución, que se realiza a través de tuberías y barcos que viajan a través de la cuenca del Río Solimões, el principal afluente del Amazonas.

El gas natural llega a Manaos a través de un gasoducto construido, en 2009, en la frondosa floresta y que tiene 663 kilómetros de largo, mientras que el petróleo es transportado por oleoductos hasta el municipio de Coari, a cuyas afueras se encuentra la planta de Urucú, desde donde continúa su viaje rumbo a la capital de Amazonas.

La construcción de estas tuberías, a pesar de su alto costo, también redujo al mínimo las posibilidades de desastre ambiental, ya que eliminó gran parte del transporte fluvial que se realizaba hasta entonces.

"El simple hecho de evitar la navegación de transbordadores a Manaos suponía un gran riesgo de desastre ambiental, por lo que a medio y largo plazo compensa la inversión", comentó a Efe el gerente de operaciones de la Base Pedro de Moura, John Roberto Rodrigues.

El primer pozo se perforó en el Amazonas en 1917 y desde entonces se han perforado más de cien. Según Rodrigues, el coste medio de la perforación de un pozo es de 15 millones de dólares.

Ahora, aproximadamente 1.200 personas trabajan a diario, en rotaciones de dos semanas, en el yacimiento.

En lo que hoy se conoce como yacimiento de Urucú, el primer pozo se perforó en 1986, bajo el nombre de RUC-1, y sólo contaba con 62 trabajadores que se convirtieron en testigos de la perforación petrolífera en la Amazonía.

Tras la confirmación de que se trataba de un yacimiento inmenso, se perforaron nuevos pozos que acabarían conformando la que se conoce como la Región Petrolífera de Urucú. En la actualidad ya existen siete campos de producción, con un total de 70 pozos de extracción.

El aprovechamiento del crudo extraído es del 100 %, mientras que un 2 % del gas natural obtenido es quemado y alrededor del 40% se devuelve a tierra porque no tiene demanda.

Sin embargo, el mayor reto de este complejo proyecto es tener el menor impacto medioambiental posible.

Para lograrlo, Petrobras invirtió en proyectos para la restauración de la flora en áreas desforestadas y en la creación de viveros para la producción de plantas nativas.

"Se hizo un estudio de delimitación del área que sería explotada se realizó un inventario de todos los árboles presentes en la zona", informó Jander Muniz Rabelo, un ingeniero forestal que trabaja en Petrobras desde hace cinco años.

Este inventario sirve para recolectar semillas de plantas autóctonas de manera que, una vez que termine la explotación de la zona, se pueda llevar a cabo la recuperación la floresta con las mismas especies presentes antes de la misma, explicó Muniz Rabelo.

Además, también hay un vivero con 448 ejemplares de orquídeas y 86 bromelias y la compañía realiza un complejo trabajo de gestión de residuos, que incluye la recolección selectiva, el compostaje y el reciclaje.

"Me considero un privilegiado por formar parte de este proyecto y saber que, de alguna manera, hemos dejado un legado que va a permanecer", concluyó con orgullo Ivaldo Santos da Silva, uno de los numerosos técnicos químicos que trabajan en la explotación petrolífera de Urucú. 


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