La pandemia ha golpeado duro a las economías de todo el
mundo y la paralización de la actividad ha tenido un efecto directo en la
demanda de la energía y del consumo eléctrico. «La Agencia Internacional de la
Energía ha analizado las consecuencias que va a tener la COVID 19», explica
Mariano Marzo, director de la Cátedra de Transición Energética de la
UB-Fundación Repsol, en el webinar ‘Escenarios energéticos: situación actual y
perspectivas de futuro’, organizado por Funseam, «y la primera conclusión es
que 2020 va a ser un mal año para los combustibles fósiles».
Las medidas de confinamiento por el coronavirus provocaron
una caída de la demanda energética mundial a mediados de marzo del 5% pero
aumentó hasta el 50% a principios de abril. «El choque de la demanda de energía
en 2020 será el mayor en 70 años. La demanda mundial de energía caerá un 6%,
siete veces más que la crisis financiera de 2009», dice Marzo basándose en los
datos de la AIE, «pero si hablamos de la demanda de electricidad, se puede
decir que en 2020 caerá hasta un 5%, el mayor descenso desde la Gran
Depresión».
Los impactos son mayores en la Unión Europea y Estados Unidos, pero se extienden a todos los rincones del mundo.
«Por primera vez en 50 años, las tecnologías bajas en
carbono superaron al carbón como la principal fuente de electricidad en 2019, y
avanzan más en 2020», señala Marzo.
La caída de la demanda en energía y electricidad tienen una
consecuencia directa en las inversiones que se destinarán a lo largo del año.
Caída récord del 20% de las inversiones mundiales en energía
Las inversiones en energía a nivel mundial sufrirán este año
una caída récord del 20% como consecuencia de la crisis por la pandemia de
Covid-19, lo que equivale a un recorte de unos 400.000 millones de dólares
(364.945 millones de euros) respecto del gasto contabilizado globalmente en
2019 lo que supone el mayor ajuste de la historia, según la AIE.
La magnitud del impacto de la pandemia y de las
restricciones para su contención ha supuesto que, si bien a principios de 2020,
la inversión energética global estaba en camino de un crecimiento de alrededor
del 2%, lo que habría sido el mayor aumento anual en el gasto en seis años,
ahora se anticipe un desplome del 20%.
«La pandemia de Covid-19 ha puesto en marcha la mayor caída
en la inversión mundial en energía de la historia, y se espera que el gasto se
desplome en todos los principales sectores este año, desde los combustibles
fósiles hasta las energías renovables y la eficiencia», dice Fatih Birol,
director ejecutivo de la AIE.
Es decir, que esta caída sin precedentes «asombrosa tanto en
su escala como en su rapidez», tiene serias implicaciones potenciales para la
seguridad energética y la transición hacia las energías limpias.
«La caída histórica en la inversión energética global es
profundamente preocupante por muchas razones», continúa Birol, para quien este
abrupto recorte de la inversión implica hoy la pérdida de empleos y
oportunidades económicas, así como la pérdida de suministro de energía que
podría ser necesario una vez que la economía se recupere. «La desaceleración
del gasto en tecnologías clave de energía limpia también corre el riesgo de
socavar la muy necesaria transición a sistemas de energía más resistentes y
sostenibles».
Se espera que la inversión mundial en petróleo y gas
disminuya en casi un tercio en 2020, señala la AIE, recordando que la industria
del esquisto ya estaba bajo presión, y la confianza de los inversores y el
acceso al capital ahora se ha agotado. De este modo, se prevé que la inversión
en esquisto disminuya un 50% en 2020.
En el caso del mercado petrolero, si la inversión se
mantiene en los niveles de 2020, esto reduciría el nivel de suministro
previamente esperado para 2025 en casi 9 millones de barriles por día, creando
un claro riesgo de mercados más ajustados si la demanda comienza a retroceder
hacia su trayectoria previa a la crisis.
Caída del gasto en el sector eléctrico del 10%
Por su parte, la AIE calcula que el gasto del sector
eléctrico puede disminuir en un 10% en 2020 y, a pesar de que la inversión en
energías renovables ha sido más resistente durante la crisis que la realizada
en combustibles fósiles, el gasto en instalaciones solares por parte de hogares
y empresas se ha visto fuertemente afectado y las decisiones finales de
inversión en el primer trimestre de 2020 para nuevos proyectos eólicos y
solares a escala de servicios públicos se redujeron a niveles de hace tres años.
Además, una combinación de caída de la demanda, precios más
bajos y un aumento en los casos de impago significa que los ingresos de energía
destinados a los gobiernos y la industria caerán en más de 1 bilón de dólares
(912.547 millones de euros) en 2020. El petróleo representa la mayor parte de
esta disminución, ya que, por primera vez, el gasto mundial del consumidor en
petróleo caerá por debajo de la cantidad gastada en electricidad.
Asimismo, la eficiencia energética, otro pilar central en la
transición hacia la energía limpia, también está sufriendo. Se estima que la
inversión estimada en aplicaciones de eficiencia y uso final disminuirá entre
un 10% y un 15% a medida que las ventas de vehículos y la actividad de
construcción se debiliten y el gasto en electrodomésticos y equipos más
eficientes se reduzca.
«La crisis ha traído bajas emisiones pero por todas las
razones equivocadas», ha afirmado Birol, subrayando que para lograr una
reducción duradera en las emisiones globales, será necesario un rápido aumento
en la inversión en energía limpia, para lo que resultará crucial la respuesta
de los responsables de formular políticas, así como el grado en que las
preocupaciones sobre energía y sostenibilidad se integran en sus estrategias de
recuperación.
«No sabemos cómo va a evolucionar la COVID-19 más allá de
2020», concluye Mariano Marzo, «aunque todos esperamos que remita la pandemia.
Tenemos una cortina que no nos deja ver del todo el futuro, pero todos
esperamos que los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se consoliden. De
hecho, la COVID-19 podría provocar un punto de inflexión que podría servir para
acelerar la transición energética, pero dependerá del comportamiento de la
economía mundial tras la crisis sanitaria. Más allá de los deseos y las apuestas,
lo que hay todavía es mucha incertidumbre».
elperiodicodelaenergia.com