La industria mundial del carbón nunca se recuperará de la pandemia de Covid-19, predicen los observadores de la industria, porque la crisis ha demostrado que la energía renovable es más barata para los consumidores y una apuesta más segura para los inversores.
Un cambio a largo plazo de los combustibles fósiles sucios se ha acelerado durante el confinamiento, adelantando el cierre de plantas de energía en varios países y proporcionando nuevas pruebas de que el uso de carbón de la humanidad finalmente pudo haber alcanzado su punto máximo después de más de 200 años.
Incluso antes de la pandemia, la industria estaba bajo presión debido al mayor activismo climático, campañas de desinversión y alternativas baratas. El confinamiento ha expuesto aún más sus debilidades, debilitando la capitalización bursátil de las mineras de carbón más grandes del mundo.
Como la demanda eléctrica ha disminuido, muchas compañías eléctricas han reducido su capacidad de carbón porque es más costoso que el gas, la eólica y la energía solar. En la UE, las importaciones de carbón para centrales térmicas se desplomaron en casi dos tercios en los últimos meses para alcanzar mínimos que no se habían visto en 30 años, según informa The Guardian. Las consecuencias también se han sentido en todo el mundo.
La semana pasada, un nuevo informe de la Administración de Información de Energía de EEUU proyectó que el país produciría más electricidad este año a partir de fuentes renovables que de carbón por primera vez. Los analistas de la industria predicen que la participación del carbón en la generación de electricidad de los EEUU podría caer a solo el 10% en cinco años, frente al 50% de hace una década.
A pesar de las promesas de campaña de Donald Trump a favor del carbón, ahora hay más pérdidas de empleos y cierres en la industria que en cualquier otro momento desde la presidencia de Eisenhower hace 60 años. Entre los últimos ha estado el plan de Great River Energy para cerrar una planta térmica de 1.1 gigavatios en Dakota del Norte y reemplazarla con eólica y gas.
Más importante aún, en India, el segundo mayor consumidor mundial de carbón, el gobierno ha priorizado la energía solar barata en lugar del carbón en respuesta a una caída en la demanda eléctrica causada por el Covid-19 y una economía debilitada. Esto ha conducido a la primera caída anual de las emisiones de carbono en cuatro décadas, una calidad del aire excepcional y un clamor público cada vez mayor por más energías renovables.
«La economía del carbón ya estaba bajo presión estructural
antes de la pandemia», dijo Michael Lewis, jefe de investigación de inversión
en cambio climático del banco francés BNP Paribas. «Y al salir de esta crisis,
estas presiones seguirán existiendo, pero ahora agravadas por el impacto de la
pandemia».
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