Mucho se ha informado sobre el riesgo que representa la
práctica de volar chichiguas. En algunas situaciones, la acción puede terminar
con la vida de las personas u ocasionar quemaduras y lesiones que generalmente
son severas o graves, debido a las descargas eléctricas que recibe el
individuo.
Un adolescente de 13 años de edad, que sufrió quemaduras de
tercer grado al hacer contacto con un cable del tendido eléctrico mientras
volaba una cometa en el sector Los Jardines, en Bonao, es el caso más reciente.
El herido, cuyo nombre se omite por asuntos legales, hizo
contacto con la corriente al caer de la azotea de la residencia donde vive con
sus padres.
El doctor Eddy Bruno, director de la Unidad de Quemados del
hospital Ney Arias Lora, indica que las quemaduras por descargas eléctricas son
“fatales”, ya que regularmente afectan el 50 por ciento de la superficie
corporal.
Explica que el daño tisular (adjetivo que se emplea en el
ámbito de la biología para hacer referencia a aquello vinculado a un tejido),
generado por la descarga eléctrica no es fácil de evaluar objetivamente al momento
del accidente por su particular fisiopatología; por tanto, el pronóstico es
incierto.
Son lesiones que pueden producir daño tisular progresivo e
irreversible, con posible compromiso vascular y necrosis, agrega.
“El cirujano plástico se ve obligado, en ocasiones, a
descartar cualquier procedimiento reconstructivo o de salvamento y debe tomar
decisiones quirúrgicas radicales, como la amputación de extremidades o de
cualquier estructura anatómica”, advierte el experto.
Bruno comenta que durante la cuarentena debido al COVID-19
que atraviesa el país, donde se ha hecho común volar chichigua, se han
reportado en la Unidad de Quemados cuatro casos de quemaduras ocasionadas por
descargas eléctricas por utilizar el objeto.
“No es muy frecuente recibir pacientes de esta naturaleza,
pero cuando llegan, es porque estamos en época de volar chichigua”, puntualiza.
Diario Libre