Los cambios a los que se enfrenta el sector energético en la próxima década abren muchos interrogantes sobre cuáles serán las combinaciones de las diferentes tecnologías del futuro y en qué medida se alcanzarán los retos climáticos. ¿Cómo afectará una alta penetración de renovables en los precios del mercado? ¿Son necesarias las subastas? ¿Y cuál será el papel del gas natural, del hidrógeno o del almacenamiento? Estos son solo algunos de los temas que se han debatido en el 17 Encuentro del Sector Energético organizado por IESE y Deloitte.
«Es necesario ofrecer una estabilidad en la retribución de las renovables para no desincentivar la inversión», ha explicado la profesora Natalia Fabra, catedrática del Departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid, durante la sesión ‘Recursos, inversiones e incentivos para el cambio’, «y para ello están las subastas. Pero ¿se debe hacer en el precio del coste de la tecnología? Entonces ¿qué ocurre con la retribución a la cantidad? El regulador no ha contabilizado lo que ocurrirá en 2030 en donde se espera que la creciente potencia instalada de renovables tenga como consecuencia hasta un 10% de vertidos. Este elemento generará más primera de riesgo que será tan o más alta que la volatilidad de precios que se van a experimentar en el mercado».
«Aún así, es adecuado que el productor esté expuesto a un riesgo de vertidos porque eso le llevará a afinar en la elección de la tecnología o de la localización del proyecto a construir, y evitar situaciones como lo que ocurre en California, donde el exceso está provocando que sobre energía y se casen precios cero o por debajo de cero», añade Fabra.
Pero para incentivar a que se continúe invirtiendo en nuevas plantas renovables, la catedrática apuesta por «unas subastas donde la variable será el precio de producción», ha dicho, «además los ganadores de estas subastas deberían tener prioridad de entrada en el mercado, y así nos beneficiaríamos todos, el consumidor final, al conseguir precios más bajos, esas plantas renovables, que cuentan con una retribución fija y que podrían reducir al máximo sus vertidos, y por último, los promotores, al ver recuperar sus inversiones».
Pero no todo lo que brilla en 2030 es renovable. Para Rosa Mª Sanz, presidenta de Sedigas, «no hay que despreciar ninguna tecnología, porque el objetivo no es la electrificación sino la descarbonización, no solo es la generación de electricidad, hay otros sectores donde el gas es la única alternativa, en el transporte, en las largas distancias, el transporte marítimo o la industria, entre otros, y todas las tecnologías que tengamos a nuestro alcance serán bienvenidas. Europa o España no se puede permitir la deslocalización de las industrias».
Sin embargo, Sanz ha reconocido que «aunque el gas natural tiene un papel fundamental, porque ha permitido una mayor penetración de las renovables, va a experimentar una evolución hacia gases de origen renovable y sin emisiones de CO2. Me refiero al biometano a partir de residuos, que fomenta todo un vector de economía circular, que además se puede inyectar directamente en la red de gas actual y usarse en las calderas que tenemos en casa».
En la Unión Europea ya se producen 20 TWh de biometano y es un suma y sigue. Pero el gas por excelencia al que se le espera con expectación es el hidrógeno. «Hay que tener en cuenta que debemos ofrecer seguridad de suministro, independencia energética y almacenamiento, y a todo ello el hidrógeno puede dar respuesta, lo único que para que sea rentable económicamente deberá llegar a unos precios en torno a los 15 €/MWh».
Para la responsable de Sedigas, «lo que permitirá el despegue del hidrógeno en nuestro país serán los precios baratos en el mercado eléctrico, que lo facilitarán las renovables con precios cero en determinadas horas o negativos, los procesos de electrólisis a gran escala y un esquema de negocio que explique quién es capaz de producirlo y de consumirlo».
Una visión algo diferente sobre participación del gas, renovable o no, en el mercado del futuro, la expuso Marina Serrano, presidenta de AELEC, «en Davos quedó patente que habrá que cambiar la forma en la que consumimos y producimos la energía y no se puede conseguir una mayor descarbonización sin electrificación».
La Unión Europea quiere llegar en 2050 a la «neutralidad climática» y este objetivo solo se puede conseguir a través de un proceso de electrificación de la economía. Si no se sigue este camino, habrá costes muy superiores o no se conseguirán directamente. En este sentido, Serrano ha recordado que la solución «más eficaz» para reducir las emisiones en el proceso de electrificación es mediante la producción de energías renovables.
Por otro lado, Serrano ha indicado que otros sectores como el de transportes también debe acometer un proceso de electrificación. «Los objetivos de descarbonización solo pueden conseguirse con la electrificación de todos los sectores», ha reiterado.
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